viernes, 17 de septiembre de 2010

4ª Etapa: Logroño-Nájera (29,9km)

Salimos de Logroño de madrugada. Recorremos un largo trecho urbano bajo la luz de las farolas coincidiendo con los jóvenes noctámbulos que regresan a sus casas después de disfrutar de la festiva vida nocturna logroñesa.
Coincidimos con nuestros amigos mexicanos. Alfredo, el padre, gran conocedor del Camino, nos guía a la salida de Logroño. Es un paseo arbolado tranquilo y hermoso que nos lleva por medio de un parque periurbano. Durante la noche ha caído una tormenta. El campo está húmedo y fresco. Algún paisano madrugador ha salido a coger caracoles que encontramos en abundancia en nuestro camino. El parque termina en el embalse de La Grajera (km 6,34).

Nos hacemos algunas fotos y continuamos por una senda que rodea el pantano.

Cuando lo dejamos atrás, el camino se empina. Hay tramos dificultosos porque han quedado embarrados tras el aguacero de la noche. Subimos el alto de La Grajera (km 9,1) con buen ritmo hasta alcanzar la autovía. Andamos un trecho paralelos a ella. En la valla que nos separa de la vía rápida, los peregrinos han ido colocando cruces constituyendo un emocionante espectáculo que se repite en otras partes del Camino.

 Tras el pequeño alto de La Grajera, emprendemos un suave descenso hacia Navarrete (km 12,8). En esa temprana hora de la mañana, este bonito pueblo aparece envuelto en la niebla. Es una hermosa estampa.


A la entrada de Navarrete están los restos del antiguo Hospital de San Juan de Arce.

Atravesamos Navarrete por las calles de la Cruz, Mayor Alta y Arrabal. Yo me detengo unos momentos para cambiar de calcetines y curarme mis heridas: me han salido varias ampollas que me causarán problemas los días siguientes...Me quedo retrasado y caminaré en solitario un largo trecho.

Después de Navarrete el Camino llanea entre viñedos y bodegas. El cielo está despejado y el calor empieza a apretar. Cojo el desvío a Ventosa (km 18,01). En el cruce de entrada al pueblo hay un pequeño bar donde me están esperando mis compañeros.
 (foto de B, en el bar de Ventosa, con y sin gordo)
Tomo un pequeño refrigerio. M y P se adelantan y reanudan la caminata. Poco después salimos nosotros: A, B y yo. Tras recorrer un tramo de carretra asfaltada, tomamos un sendero que nos conducirá hasta Nájera.

En un momento dado, me despego de mis compañeros y acelero el paso para tratar de alcanzar a la pareja que va en cabeza. Subo al alto de San Antón, un pequeño monte con zonas arboladas,  y lo bajo entre viñedos por un sendero que desciende suavemente.

A lo lejos veo Nájera y a mis compañeros.
 (Este es el lugar donde se produjo el mítico combate entre el gigante Ferragut y el héroe franco Roldán, tal y como se relata en
el Libro de Turpín)
Aprieto el paso y los alcanzo unos metros antes de entrar en el pueblo. Nájera es sorprendentemente grande. Tenemos que recorrerlo de punta a punta hasta llegar al albergue y nos cuesta sus buenos veinte minutos.


Atravesamos el río Najerilla por el largo puente de San Juan de Ortega.

Giramos a la izquierda llegamos, por fin, al Albergue Municipal. Es pronto todavía. No han abierto y nos ponemos a la cola. La fila de mochilas apiladas junto al albergue son las que marcarán el orden de entrada.

Descansamos en un banco mientras vemos como llegan cada vez más peregrinos.

A y B llegan al poco tiempo sin novedad. Nuestros amigos mexicanos, también.

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