Salimos de Los Arcos de madrugada, antes de las 6 de la mañana, y con buen paso nos ponemos en camino. Al principio recorremos en oscuridad una larguísima pista agraria, muy recta. Solo la luz de la luna y la de nuestras exiguas linternas nos permiten ver donde ponemos los pies. La pista desemboca en una carretera local que sube ligeramente hasta llegar a Sansol (km 6,86). Un kilómetro más adelante está Torres del Río, al que llegamos después de descender por una vertiginoso sendero, cementado a tramos, para cruzar un estrecho puente sobre el río. Y de ahí, de nuevo ascender hasta el centro del pueblo donde encontramos la cafetería del albergue abierta y paramos para tomar un ligero desayuno.
Después retomamos el camino. Para salir del pueblo tenemos que seguir subiendo sus empinadas calles.Ya hay luz suficiente como para poder hacer alguna foto, como la de la Iglesia de Santo Sepulcro, del siglo XII, que reproduce a escala el templo de Jerusalén. Es de planta octogonal, como la de Eunate. En su alzado presenta tres cuerpos, con ventanas en el superior, y una linterna central.
Continuamos camino por veredas pedregosas y polvorientas.
Cruzamos una carretera y un pequeño pinar hasta llegar a una ermita, Nuestra Señora del Poyo (km 10,31).
El camino se transforma en un continuo sube y baja por vegas y barranqueras, algo rompepiernas y peligroso en algunos tramos.
Por suerte, el camino empieza a llanear hasta alcanzar la carretera que nos lleva hasta Viana (km 18,8).Es el último pueblo navarro antes de entrar en La Rioja. Callejeamos un poco buscando un sitio donde almorzar. Nos apetecen unos buenos huevos fritos con chistorra...
Después del reparador almuerzo, hacemos una visita exprés por las calles de Viana antes de abandonar esta hermosa villa.De pasada vemos la Colegiata de Santa María, de porte catedralicio y con una soberbia portada renacentista donde la escultura de la Virgen solo se ilumina el 15 de junio.
Otros monumentos jalonan las calles de Viana que vemos someramente antes de irnos.
Al final del pueblo llegamos a una calle por donde bajamos a las huertas que rodean la población. Desde allí, una última foto como despedida de las tierras navarras.
El camino continua sin grandes dificultades por un pinar y junto a la carretera hasta alcanzar un parque recreativo y más adelante, la Laguna de las Cañas (km 22), ya muy cerca de Logroño.El camino nos devuelve a la carretera y junto a ella entramos en La Rioja.
Avanzamos por un camino asfaltado con una inicial subida al monte Cantabria y luego un descenso prolongado que nos llevará hasta el Ebro. En ese tramo está la casa de doña Felisa, personaje del Camino que sellaba credenciales y regalaba higos a los peregrinos. Doña Felisa ya murió, pero su labor la continúa su hija, a la que saludamos. El camino continúa hasta alcanzar una zona arbolada a la vera del río. A la entrada del famoso Puente de Piedra de Logroño está la Oficina de Turismo. Paramos para un breve descanso y recabar información.
Cansados, pero satisfechos de alcanzar nuestro objetivo, nos adentramos por las calles de Logroño, descubriendo la Fuente de los Peregrinos,
y la Iglesia de Santiago el Real, del siglo XVI.
Junto a la Iglesia está la casa parroquial y su modesto albergue para peregrinos. Tenemos que esperar unos minutos hasta que nos abran sus puertas.